miércoles, 27 de marzo de 2013





DEL MUNDO DE LOS DERECHOS HUMANOS Y  LA PARADOJA DE SUS VACÍOS DE HUMANIDAD




 
FERNANDO DELGADO
“…y al rincón de los desvalidos fue a dar el desafortunado anciano…. Y tuvo tal destino del destierro insensible, después de que fuese condenado a la actual pena moral que significa ser pedidor de afecto en el fugaz abrazo que le reafirme, de ser pedidor de aprecio en una simple mirada que le refleje, o simplemente de ser invocador de atención en la palabra que por lo menos le reconozca la esperanza de que aún existe…
 “ …En el anterior fragmento se podrían  condensar millones y millones de experiencias subjetivas de igual número de  nuestros ancianos, que cada día tristemente tienen que aceptar y resignar el derecho perdido a la ternura, el derecho perdido al aprecio y que en sumo representan la esencia de la constitución de derecho mismo a la propia evanescencia . El mismo viejo se da cuanta, pues aún es lúcido, “aunque prefiera enquistarse en el mundo de las nostalgias”, y esa misma lucidez que solo los años y las canas saben titular, le dan cuanta de la paradoja que significa estar incrusto en un mundo de derechos fundamentales, como la vida la igualdad, la libertad; en un mundo de derechos sociales y económicos como la educación, la salud, el trabajo; en un mundo de derechos ambientales y de diferente índole que abarquen el bien común, mundos diferenciados y que en su forma de entender las cosas, simplemente resulta el mundo de su existencia, fundamentado en un mundo de derechos.
La discusión del mundo de los derechos y su efectividad en su real cumplimento, es una discusión en la cual no quiere detenerse nuestro anciano del mundo contemporáneo,   pues por lo menos su sensatez senil le advierte que son derechos que representan pactos sociales y que como tales en algún momento dado podría usar su voz para invocar alguno de tantos…¿sin embargo que sucedería cuando el viejo desterrado quisiese invocar  lo in/invocable?; pues el sabe q la salud y la educación está en la constitución y por estar allí estos ya tienen consagrado el derecho implícito a ser invocados, y por eso se pregunta ¿qué sucedería cuando algo q se quiera invocar carece de esta condición constitucional?.¿Que sucede si su familia y su mismo socio/estado le han garantizado posibilidades efectivas de ejercer esos derechos fundamentales, sociales, económicos y ambientales, pero aun así no se siente como un ser humano de derechos y cuando a pesar del cumplimiento de decálogos de artículos y leyendas aún no se logran resolver sus necesidades existenciales?.
Los anteriores fragmentos ilustran el enigma se encierra en la existencia de muchos de nuestros viejos, que claramente se dan cuenta que además de la satisfacción de necesidades y derechos fundamentales desde el paradigma constitucional, hay necesidades fundamentales que el estado, la sociedad y el mismo paradigma contemporáneo del ser humano, han cercenado la coherente posibilidad de que se tengan en cuenta como derechos humanos… En ese sentido muchos de nuestros viejos y en casos afortunados pueden comer tres veces al día, pueden dormir bajo un techo, pueden recibir una pensión e incluso tener un medio ambiente reconfortante; sin embargo que sucede si a pesar de ser beneficiario de todos esos derechos y garantías constitucionales, aún están presos del destierro que sus familias, comunidades y sociedades les han condenado a una solitaria esquina dentro de su propio hogar?
Es allí que desde una mirada psicosocial nos damos cuenta que los maltratos fundamentales hacia nuestros ancianos, no solamente son cuestión de derechos nominados y consagrados constitucionalmente; si no que encierran un panorama problemático mucho más profundo, más complejo y ajeno a la mirada egocentrista que suele ejercer la todopoderosa ciencia jurídica; pues de allí que son problemáticas que fundamentalmente se constituyen a partir de unas necesidades de “yo humano” y del “yo social” que trágicamente han estado marginadas e invisivilizadadas frente al mundo de los contratos sociales que se fundan como derechos.  y es de allí, que hablar de la invocación del derecho a la ternura, del derecho al aprecio, del derecho al cariño y/o al reconocimiento como sujetos socio/históricos de afecto, muchas se toma como una discusión irrelevante; pues al considerar que tales conceptos resultan demasiado densos para la conceptualización técnica,  hacen que estos deseos, necesidades y peticiones inherentes a la existencia humana, resulten más del contenido de las filosofías y las piscologías “ vaporosas” que del debido debate institucional y político que deberían en el verdadero mundo de los que nos hace humanos…

FERNANDO DELGADO...

  *LOS  ESCRITOS SON  RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES.
                                                                                                    
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